jueves, 27 de octubre de 2011

Miro al cielo y no encuentro mi estrella. 
En el ocaso, el firmamento raso y de ella no existe huella.
Atizo el norte... se nubla mi horizonte. 
Pasa la noche y mi esperanza en ti se quiebra. 

A la deriva, con el peso del mundo encima
 y jugando a hacerte feliz... las alas del corazón te dejo heridas.
Sin estima, un daño sin medidas; 
agoniza de dolor un hombre que se derriba.

Pero dime ¿quién se anima?
Sé que el fracaso se avecina, lo veo a la vuelta de la esquina.
¿Para qué nadar tanto, si moriremos en la orilla?

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