Miro al cielo y no encuentro mi estrella.
En el ocaso, el firmamento raso y de ella no existe huella.
Atizo el norte... se nubla mi horizonte.
Pasa la noche y mi esperanza en ti se quiebra.
A la deriva, con el peso del mundo encima
y jugando a hacerte feliz... las alas del corazón te dejo heridas.
Sin estima, un daño sin medidas;
agoniza de dolor un hombre que se derriba.
Pero dime ¿quién se anima?
Sé que el fracaso se avecina, lo veo a la vuelta de la esquina.
¿Para qué nadar tanto, si moriremos en la orilla?
No hay comentarios:
Publicar un comentario